Mi experiencia no solo estuvo marcada por el trabajo y la agricultura, sino también por las amistades

22 de Noviembre de 2023

Mi viaje de dos años como voluntario chileno en Kenia ha sido una experiencia de profunda transformación, un relato cargado de aventuras y emociones que poco a poco han ido dejando una huella indeleble en mi vida. Comencé mi odisea en Nairobi, la enérgica capital de Kenia, donde aterricé con un corazón cargado de sueños y esperanzas. Allí, en medio de la bulliciosa ciudad, mi camino me llevó a La granja de los 3000 amigos , una finca orgánica en Rimpa, rodeada de una naturaleza exuberante y habitada por almas apasionadas por la agricultura.

Pasé tres meses inmerso en esta granja, lo que resultó ser un preludio perfecto para el desafío que se avecinaba en el condado de Samburu, al norte de Kenia. Como ing. agrónomo y agroecólogo, mi labor se centró en la creación de proyectos sostenibles, haciendo un uso sabio de los recursos locales para fomentar la biodiversidad y restaurar el entorno ambiental. La conservación del agua y el suelo se convirtió en una consigna sagrada realizando y financiando, por ejemplo; proyecto de cosecha y conservación de aguas lluvias en beneficio directo de 1500 personas en época de sequía en Lodungokwe; y a medida que avanzábamos, tanto la producción vegetal como la animal florecieron de manera asombrosa con la motivación de las comunidades nuevas iniciativas locales. Con las huertas ecológicas en las misiones pasamos desde “28” iniciales a “163” en total en dos años, significando un incremento de huertas correspondiente a 482,14% aproximadamente en todas las misiones; las campañas para entregas de semillas entre el periodo 2021-2023 apoyadas por la fundación tuvieron un alcance de más de 600 familias Samburus; sentando las bases para la creación de nuevas huertas y un primer paso para la tan anhelada seguridad alimentaria en la zona.

Pero mi trabajo trascendió las parcelas y los campos. Junto a jóvenes y mujeres samburu, organizamos ecotrainings de agricultura ecológica, liderazgo y empoderamiento; sembrando semillas de conocimiento y esperanza en sus corazones.

La seguridad alimentaria, un derecho fundamental, se convirtió en un faro que nos guió en nuestro camino hacia un futuro más sostenible. Estos trainings abarcaron durante mi periodo de voluntariado y facilitador de 2 años; un total de 48 mujeres Samburu en Agricultura ecológica, 30 en avicultura orgánica, 13 en piscicultura en los proyectos auspiciados por Africa Dream y eRko Eslovaquia y un total de 60 jóvenes (hombres y mujeres) en agricultura ecológica auspiciados por Africa Dream y Comundo Suiza; adicionalmente 30 jóvenes (hombres y mujeres) en temas de medio ambiente, conservación de agua y suelo, pertenecientes a los club de medio ambiente de Wildlife Kenya, entidad para la cual fui a nombrado co-patrocinador.

Las misiones en Lodungokwe, Barsaloi y Tuum fueron experiencias inolvidables. Cada una tuvo su propio encanto, pero Lodungokwe se destacó por su sencillez y por la alegría desbordante de los niños y niñas que inundaron mí vida con juegos, paseos, sonrisas y cantos.

Mi experiencia no solo estuvo marcada por el trabajo y la agricultura, sino también por las amistades que forjé en las misiones. Estos amigos se convirtieron en un apoyo invaluable en cada paso de mi camino. Juntos, compartimos risas y desafíos, y trabajamos codo a codo en la organización de huertas, talleres ecológicos y conversatorios con las mujeres samburu.

Con Evans, Samburu de Lodungokwe, compartí una estrecha amistad que floreció en medio de la tarea de generar nuevas oportunidades para la comunidad y de aprender de su cultura ancestral. Fue tanta nuestra motivación que nos pusimos en la tarea de investigar y recopilar información directamente de la tribu para escribir un libro juntos acerca de su cultura, titulado: “Samburu the way of life”. Dasolo, guerrero Samburu de Lodungokwe, con él compartimos el gusto por la música Samburu, además el me enseñó como bailar al ritmo hipnótico de los cantos de los guerreros. Samori, Samburu de Barsaloi, se convirtió en un compañero incansable que compartió conmigo su conocimiento acerca de la vida, su alegría, su pasión por los pequeños negocios, y me enseñó a andar en moto.

Haruun, de la tribu Kikuyu en Lodungokwe, aportó su paciencia y determinación al equipo, y juntos enfrentamos los retos con una sonrisa en el rostro; fue un compañero excepcional que enriqueció mi experiencia en Kenia; con el que aprendí sobre nuevos cultivos y disfrutar de los momentos sencillos de la vida.

Jimmy Ocampo, sacerdote misionero colombiano a cargo de la misión de Lodungokwe, fue un faro de inspiración para mí y para todos en la comunidad. Su dedicación y liderazgo para ayudar al prójimo guiaron nuestros esfuerzos como equipo y nos recordaron el propósito de nuestra misión en Kenia.

Mariam Kazaj, sacerdote misionero eslovaco asociado a la misión de Barsaloi, con él compartimos tiempo en juegos de sobremesa, resolviendo cubos Rubik, también el aprendizaje de una nueva cultura y lenguaje, miramos la vida desde distintos puntos de vista y pero al final siempre llegamos a la conclusión de que no había mejor lugar en el mundo para estar que en Kenya, Africa.

No solo compartimos tareas y responsabilidades, sino también momentos de camaradería, desde asados de chivo al estilo Samburu, té chai en las manyattas, pasando por paseos emocionantes en moto y disfrutando de la naturaleza. Trabajar con ellos, compartir con ellos y vivir junto a ellos se convirtió en un pilar fundamental de mi experiencia en Kenia.

En mi travesía, no solo encontré el amor por la tierra y la comunidad samburu, sino también el amor humano. Una novia eslovaca que compartió conmigo seis intensos meses, una novia chilena que me descubrió en las noticias de la televisión chilena y viajó a Kenia para encontrarme, y finalmente, un exótico amor keniata que floreció en los últimos meses de mi estancia.

Mi pasión por la aventura se desbordó mientras exploraba, trotaba, caminaba y realizaba trekkings en los majestuosos cerros y montes de Samburu, que se convirtieron en mi segundo hogar. Cada paso que di en este hermoso lugar me acercó más a la cultura samburu y a la fascinante diversidad de Kenia.

Mis experiencias fueron como un lienzo en blanco que se llenó con colores y emociones imborrables. A medida que abrazaba la agroecología y trabajaba con las comunidades samburu, también descubrí una parte más profunda de mí mismo. En este viaje, mi voluntad se fusionó con la lucha contra la desigualdad y la búsqueda de un mundo más equitativo, un mundo donde nadie tenga que vivir en la pobreza ni morir de hambre. Era hora de actuar, y mi tiempo en Kenia me enseñó que, juntos, podíamos hacerlo posible.

David Rodríguez Reyes
Ing. Agrónomo
Voluntario Africa Dream (2021-2023)